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25 marzo 2021Todos hemos oído decir en alguna ocasión que “la envidia es el deporte nacional”.
Pues sí la envidia es, desde mi punto de vista, uno de los peores sentimientos que una persona puede experimentar, pues aquel que posee ese sentimiento y sufre de ese defecto es un verdadero/a desdichado en su vida.
Pero, ¿qué pasa cuando la envidia ocurre en los entornos laborales?
Surgen los indeseables celos profesionales y, ¡madre mía cuando llegan!
Aquel/lla que te “coge” celos profesionales se convierte en tu peor pesadilla: observa todo lo que haces, evalúa, controla, critica, desmerece y a la más mínima busca promover tu desprestigio y tirar toda tu valía profesional de un plumazo. Todo esto sin entrar a hablar de las repercusiones que tiene en cuanto a productividad laboral…
Los que hemos sufrido de esos celos profesionales sabemos lo que se padece, por ese peso que llevas encima de ver cómo la otra persona pretende crecer y tapar sus miserias o incompetencias profesionales desprestigiando tu valor profesional y lo que es más grave aún, a veces hasta tu valor como persona.
No sé si ha sido mala suerte la que he tenido pero, desde los inicios de mi vida laboral, he sufrido esos celos profesionales en más de una ocasión.
La primera, por parte de un hombre; fue una pesadilla muy dura de llevar, para mi corta edad y experiencia laboral.
Posteriormente, los celos profesionales han venido de mujeres y éstos son peores aún.
¿Qué es lo que sucede en la mente de las mujeres para que nos tengamos tanta “tirria”?
Es de una total evidencia que detrás de los celos hay un sentimiento de envidia, que emana de la persona que la sufre y que surge de ver reflejadas en la otra, las cualidades, habilidades y competencias que ella no tiene.
Reflexionando esto mucho, por las propias experiencias vividas y por las que veo que otras personas están viviendo, pienso que esa envidia profesional entre mujeres surge de la dificultad que hemos tenido para ser aceptadas y validadas en los entornos laborales, tras años y años de fuerte machismo. Años donde alcanzar un puesto – más o menos ¿bueno? – nos ha supuesto tener que demostrar a veces el doble o el triple de esfuerzo de un hombre.
Por tanto, esa fijación o envidia se deriva de la competencia, del miedo a perder y comienza a forjarse con la exposición de tus carencias o dificultades, que pueden hacerte perder la validez profesional frente a terceros. Hasta tal punto que, si hace falta, esa persona te hará la vida imposible para que te aburras y desaparezcas, dejándole el campo libre, para que siga sumando puntos ante sus superiores, esos puntos que tanto esfuerzo y sacrificio le ha costado ganar.
Y bien, tras esta exposición, dirás: “Encarna, no nos has descubierto nada que no sepamos”.
Cierto, ¡lo admito! Pero, ¿y si os contara cómo superarlo, cómo lo superé yo o cuál es la solución más idónea para las situaciones que no te quede más remedio aceptar?
Para mí la respuesta está en la compasión.
Sí, practica la compasión hacia él o ella. Mírale con compasión, con ojos de “sé lo pobre que eres como persona” y preséntate cada día a él o ella, con sentimientos de humildad.
Además, hazle sentir importante, hazle sentir que no te fijas en esas acciones que, en muchas ocasiones, te hacen sentir mal, por su exceso de control, evaluación e incluso crítica. Mírale a los ojos, no con una simple mirada, penetra en el fondo de su ser y despertarás, dentro de ti, sentimientos que nunca antes habrás experimentado y que te ayudarán a superar esa situación tan desagradable y dolorosa que se vive cuando una persona siente envidia o celos de ti.
¡Pruébalo! Te aseguro que fue la solución: todo cambió dentro de mí y también en ella, pues bajó “el hacha de guerra” y su sentimiento de amenaza constante se disipó en el tiempo.
¿Qué pasaría si así lo hicieras tú también?
Espero te sirva. Déjame en comentarios qué te ha parecido este artículo. Me encantará leerte y responderte.
Un abrazo.