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9 junio 2023Había una vez una profesional que tenÍa una maleta que la acompañaba siempre a su trabajo. La llevaba llena de lápices de colores, Playmobils, cartas, rotuladores, folios, cuadernos, cintas adhesivas, pelotas, antifaces y todo aquello que necesitaba para sus sesiones de trabajo, en el lugar que fuese.
Esta maleta hizo con ella largos recorridos: montó en tren, en avión y realizó muchos kilómetros en carretera. Se alojó en bonitos hoteles y estuvo siempre al lado de su dueña, en todas las salas de formación.
Un día, su dueña se dio cuenta de los daños y desperfectos que poseía, que le hacían tener un aspecto descuidado, por lo que decidido comprar una nueva, moderna, de buena marca, más ágil y funcional.
Todo sea dicho que le costó bastante encontrar sustituta, pues la funcionalidad de la vieja maleta, pocas en el mercado la tenían, pero encontró una que podía sustituirla.
El día que se dispuso a vaciar una y rellenar la otra, a su dueña le entró cierta melancolía, al tener que deshacerse de la vieja maleta.
Había sido su compañera de viaje durante mucho tiempo; había trabajado con muchas personas, vivido muchas experiencias, había sufrido «caídas» que le habían hecho algunos rasguños, pero seguía fiel junto a su dueña, durante años, resistiendo a pesar de su delicada salud.
Entonces pensó en la nueva, en la ilusión de tener una nueva compañera de viaje, pero al mismo tiempo, en que no le podía aportar ningún recuerdo, ninguna experiencia, pues aún era demasiado nueva. Esto le hizo sentirse sola, razón por la que le costó dar el paso de sacar la nueva y desprenderse de la vieja.
Esta es la historia de una maleta, que bien viene a representar la historia, metafóricamente hablando, de los muchos viejos empleados que las empresas deciden apartar y/o aparcar, para sustituirlos por nuevas y jóvenes incorporaciones.
Se sustituye a los viejos (haciendo uso del término, de forma literal):
- Viejos porque son mayores por edad.
- Viejos porque ya pesan mucho en la empresa, arrastran viejas costumbres (eso argumentan), difíciles de cambiar.
- Viejos porque su mente ya está «vieja, rota o anticuada» (como la maleta vieja).
- Viejos porque no son ágiles (como la nueva maleta).
Esas son las «razones» que «se dan a sí mismos» muchos empresarios o directivos, para sustituirlos por un jóvenes empleados.
Pero al igual que la vieja y la nueva maleta de esa profesional, a los viejos y nuevos empleados les pasará igual.
Los «viejos empleados» podrán ser sustituidos por nuevos y jóvenes talentos, más preparados, más ágiles, más actualizados (como la nueva maleta), pero nunca, nunca podrán igualarse ni en conocimientos ni en experiencia a los viejos.
Craso error cometemos cuando nos desprendemos de las «viejas maletas», poniendo excusas como: «Ya no me valen esta vieja, es antigua y pesa más que las otras».
Empresario, directivo, no recrees la historia de la vieja maleta.
No sustituyas una vieja maleta cargada de un cúmulo de experiencias y conocimiento de los lugares y personas, por una nueva maleta sin usar, que aún no conoce a nadie ni los lugares donde irá. El valor de una vieja maleta nunca se acercará al de una moderna maleta.
Quédate con las dos, seguro que ambas te son útiles, y haz como la dueña de la vieja maleta, que aún las guarda en el mismo armario, una pegada a otra .
Sirva esta historia como llamamiento a conservar y apostar por el mantenimiento del #TalentoSenior en las empresas.
Recuperemos el talento senior, mantengamos el talento senior.
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