Finalizamos nuestro programa de coaching grupal en un hospital de la Región
3 diciembre 2020Las reuniones: un bolsillo roto en la empresa
11 diciembre 2020En el artículo anterior a éste, hablaba de los Directivos y Jefes “cuello de botella”. En él, mencionaba los comportamientos que los delataban y qué había detrás de esos comportamientos.
En ese artículo también me comprometí a escribirte cómo dejar de ser uno de ellos, si resultó que te viste identificado/a en alguno/s de esos comportamientos que describí.
Lo primero de todo que quiero que hagas es pararte a pensar, si tu fueses un empleado de tu organización o de otra empresa, qué necesitarías o desearías de tu jefe o inmediato superior.
Coge papel y lápiz, anótalo (no podemos tomar consciencia pensando; el hecho de verlo escrito nos ayuda a integrarlo), haz una lista.
Seguro que empezarías anotando cosas como: “que confíe en mí”, “que me deje autonomía”, “que escuche mis propuestas”, “que me ayude a crecer dentro de la empresa”, “que me atienda cuando tengo una dificultad”, “que no me critique a mis espaldas”, “que me diga de frente lo que me ayudaría a mejorar”, “que sea ejemplo de gestión de emociones”, etc.
Realizado ese listón de cosas que tu desearías que tu jefe hiciera por ti, lo más exhaustivo posible, empieza a analizar cada uno de esos aspectos que has señalado. A continuación, puntúa del 1 al 10 cuánto tienes tú de eso (lo ideal es que otros te hicieran esa valoración pero, seamos honestos, no estamos preparados aún para que nos digan en qué no somos buenos). Sé lo más objetivo y honesto posible contigo mismo.
Para hacer esta autoevaluación, te recomendaría que no lo hagas en tu despacho, ni en la ubicación de la empresa. Hazlo en otro entorno, a ser posible, de desconexión y fuera del horario de trabajo.
Tras eso, indaga cuáles son tus miedos – entre los que enumeré en el artículo anterior – y, después, párate a pensar y a escribir qué es lo peor que puede pasar si empiezas a ser un directivo facilitador. ¿Qué es lo peor que le puede pasar a tus empleados, a tu empresa y a ti mismo? ¡Anótalo!
Ahora, tras haber anotado cuáles son las peores cosas que te pueden ocurrir, anota qué es lo mejor de serlo (de ser directivo facilitador), qué ganarás tú, que ganarán tus empleados, qué ganará tu empresa con ese tipo de comportamiento.
Y, tras eso, sostén en ambas manos las dos listas y, por un momento párate a analizarlas.
Date cuenta de todo lo que ganarías delegando, aprendiendo a pedir resultados, en lugar de estar pendiente del proceso.
Aprendiendo a confiar más en los otros, confiando primero en ti mismo/a, aprendiendo a ser más tolerante con tus errores y por tanto, con los errores de los demás; a gestionar tus estados de estrés, evitando trasladarlos a los otros; atendiendo a tu gente cuando lo necesita. Y así el resto de cosas que seguro anotaste, en el caso de que fueses tú el empleado.
Puede que pienses que no tengo idea de lo que estoy diciendo, pero siento decirte que no es como piensas, hay mucha gente que ha conseguido dejar de “ser cuello de botella” y asumir otro estilo de dirección más facilitador, con los correspondientes resultados para la organización; sólo es una cuestión de creencias y de ponerse en acción.
También puede que digas que muchas de estas cosas es difícil cambiarlas, cuando has venido comportándote así 30 años. Pero te aseguro que, si estás dispuesto a ello y si has visto las ganancias de cambiarlo, lo puedes hacer. Y es que las conductas son aprendidas y es posible aprender nuevas.
No lo conseguirás sólo/a, ni seguramente en 1 mes, pero con un poco más de tiempo, tu propio compromiso y la ayuda de un profesional en el desarrollo de personas, lo vas a conseguir.
Ánimo y adelante, pues a la vuelta de unos meses, te alegrarás mucho de haber leído este artículo.
¡Feliz semana!
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